Historia e información sobre las fresas
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Desde hace muchos milenios, el hombre ha venido utilizando la fresa silvestre como alimento, pero sus propiedades medicinales no fueron tenidas en cuenta hasta el siglo XIII, siendo Raimond Llull el primero en recomendar las fresas para el tratamiento de gran número de afecciones y especialmente para combatir la anemia de las jóvenes y devolver la juventud a las mujeres maduras.
En Francia, las fresas empezaron a cultivarse en el siglo XIV. En España su cultivo es más reciente. El escritor francés Fontenelle, que llegó a centenario, atribuía su longevidad a la costumbre de hacer cada año una abundante cura de fresas. Teresa Cabarrús se hacia preparar baños de fresas en los que pasaba largos ratos a fin de mantener la suavidad y tersura de su piel. Los modernos Institutos de Estética Femenina utilizan las fresas para confeccionar máscaras de belleza con las que rejuvenecer el cutis de sus clientes.
Las notables propiedades de las fresas se deben a su contenido en vitaminas y sales minerales. Según estudios analíticos recientes, el zumo de fresas es uno de los productos más complejos del reino vegetal. Además de contener vitaminas A, C, Bl y B2, las fresas son notables por sus ácidos orgánicos (ácido citrico en particular) los cuales, quemándose en el organismo, liberan bases que confieren a esta fruta un interesante poder alcalinizante.
Aunque algo ácida (pH 3,4), la fresa es, pues, un alimento alcalinizante, como ocurre con todas las frutas ricas en ácidos orgánicos. Un kilogramo de fresas produce en el organismo tanta alcalinidad como 9 gramos de bicarbonato sódico, sin sus inconvenientes (1 Kg de uvas equivale a 6 g y 1 Kg de jugo de limón a 4 g de bicarbonato).
Las fresas proporcionan también calcio, fósforo y hierro. La relación calciolfósforo (1,3) es muy interesante y se aproxima a la relación propia del organismo humano. Las fresas contienen también potasio, magnesio, sodio, cobre y otros importantes oligo-elementos.
Hay personas que se abstienen de comer fresas por miedo a que les produzcan urticaria. Pero, salvo en casos de verdadera alergia, lo que produce urticaria no son las fresas, sino los residuos amoniacales de la descomposición de sustancias orgánicas utilizadas como abono del fresal. Este peligro se suprime lavando cuidadosamente las fresas y dejándolas preparadas con una media hora de antelación a su consumo, a fin de que hayan podido recuperar su delicioso aroma.
Fuente: Vivir Natural
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